Lunes 10 de enero de 2022
La hidratación es una variable importante para la salud en general. Los niveles de hidratación de una persona son regulados por el sistema nervioso y el sistema endocrino. El nivel de hidratación del organismo es mantenido durante el día en un rango estrecho de valores por medio de mecanismos homeostáticos. La homeostasis es un proceso por el cual los seres vivos autorregulan las variables fisiológicas para mantener las condiciones internas relativamente constantes, en un equilibrio dinámico. Esto sucede con un conjunto de variables fisiológicas tales como la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la temperatura corporal, la concentración de electrolitos, entre otras.
El ser humano está compuesto por un 75% de agua en la niñez y su composición en personas mayores alcanza el 55% (Popkin, et al., 2010). Los dos mecanismos principales de regulación del balance de agua son la excreción de orina y la ingesta de agua (contenida en los alimentos y en bebestibles). Sin embargo, existen evidencias que indican que la sed como mecanismo de ingesta de bebestibles durante el día no tiene un impacto considerable en el balance de agua en el cuerpo en aquellas personas que viven en climas templados. Esto pues una cantidad significativa de agua se consume con los alimentos usuales, especialmente vegetales y frutas.
En el interior del organismo el agua se encuentra tanto en el interior de las células (espacio intracelular) como en el espacio que rodea a las células (extracelular). Por mecanismos regulatorios (osmóticos) a nivel celular, si hay una pérdida de agua en el cuerpo, las células pueden transportar agua desde el espacio intracelular hacia el espacio extracelular, lo cual conduce a una disminución del volumen celular. Este cambio en el volumen celular es monitoreado por un grupo de receptores localizados en el cerebro. Estos receptores, luego, envían señales que activan un mecanismo regulatorio hormonal que induce el estado de sed que conlleva que las personas generen el comportamiento de búsqueda e ingesta de agua. Los requerimientos de agua pueden aumentar en el embarazo, la lactancia, o si una persona vive en climas tropicales o realiza ejercicio. En el caso de personas de mayor edad, es importante la ingesta de bebestibles en forma regular, aun cuando no se sienta sed, pues la reserva de agua del organismo es baja. Si aumenta mucho la sudoración, incluso es conveniente aumentar la ingesta de sal para así aumentar la retención de agua. En conclusión, el balance de agua es regulado estrechamente en el organismo y ante cambios en el volumen celular (disminución o aumento) se desarrolla una regulación activa que lleva a cambios compensatorios que posibilitan la homeostasis en el balance de agua corporal. Estos mecanismos regulatorios están presentes en el cerebro En algunas situaciones cotidianas se requiere integrar el comportamiento de beber agua en forma regular cuando hace calor o se realiza ejercicio. Si una persona no tiene una enfermedad, entonces, estos mecanismos de autorregulación hacen difícil que una persona se deshidrate en forma grave. Usualmente, la deshidratación grave se produce en casos de diarrea o fiebre las cuales son alteraciones en la condición de salud. La severidad de la deshidratación se puede expresar en términos de la pérdida de peso corporal. La deshidratación se categoriza en tres estados: suave, 3% a 5% de disminución del peso corporal, moderada, 6% al 10%, y severa, >10% ( Vega & Avva, 2021).
Hay escasos estudios que midan los cambios en el volumen cerebral con el estado de hidratación y los existentes presentan varias limitaciones que lleva a que sus resultados no pueden generalizarse. Un elemento clave es que el cerebro tiene mecanismos de regulación activa del volumen celular y que los cambios que se pueden producir en el volumen celular por fluctuaciones en el estado de deshidratación de una persona durante el día son reversibles. Se han observado cambios menores en el volumen cerebral tanto en condiciones de hiperhidratación como de deshidratación. Un aspecto a resaltar es que los cambios en el volumen cerebral producidos por un estado de hidratación suave, menor al 3% del peso corporal, no presentan un efecto considerable más allá de las fluctuaciones diarias que tiene normalmente el volumen del cerebro (Duning et al., 2005). Estos cambios, además, no parecen tener un efecto homogéneo sobre las distintas estructuras cerebrales. Hay escasos estudios que hayan analizado potenciales efectos fisiológicos sobre el funcionamiento cerebral en condiciones de deshidratación (Streitbürger, 2012) e incluso cuando se han estudiado funciones cognitivas en personas adolescentes y adultas, en un estado de deshidratación de hasta 24 horas, no se observa una disminución del rendimiento cognitivo (Kempton, 2011; Pross, 2017). En conclusión, los cambios en el volumen cerebral producidos por el estado de hidratación son reversibles de modo que en condiciones normales una persona sana de cualquier edad no presenta riesgos.
Por su importancia para la salud general, entonces, una serie de entidades de salud recomiendan que toda persona consuma cierta cantidad de agua al día. La mayoría de la población probablemente obtendrá suficiente hidratación bebiendo 2 litros de agua al día. Algunas personas que presentan un estado metabólico aumentado como en condiciones de ejercicio, ambiente caluroso, embarazo o lactancia pueden requerir beber más agua y garantizar la ingesta de vegetales y frutas pues estos alimentos tienen una alta composición de agua y minerales (WHO, 2016).
Autor: Daniver Morales Nejaz, Ph.D.
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